Sueño un apartadó bien gobernado y una sociedad que se quiera más así misma

Por: Robinson Tavera Villegas.

El 22 de diciembre de 2023 cumple el IMCCA tres años de existencia, un sueño de artistas y cultores convertido en realidad por el alcalde Felipe Cañizalez, dando así cumplimiento a una promesa de campaña electoral y cerrando un capítulo de contratación municipal de los programas culturales con postulantes externos.

El Instituto municipal de cultura y ciudadanía es un órgano de la actual alcaldía, producto de una voluntad política y de un acuerdo municipal cuyos protagonistas principales son profesionales de la cultura y el arte en sus diferentes modalidades y por ende con la capacidad reflexiva crítica sobre la realidad inmediata, sobre sus responsabilidades, sus misionalidades, no solo para exigir espacios y condiciones dignas, proteger y garantizar la continuidad de las diferentes expresiones artísticas en las nuevas generaciones y la defensa de sus derechos constitucionales y de ley, sino también, para estimular el progreso integral de cada uno de los tutores, fomentar el sentido de pertenencia por la institución, propio de su genética; valores y condiciones que se deben reflejar en las presentaciones artísticas y culturales de los aprendices.

El IMCCA con cinco escuelas de formación artística, es del resorte del gobernante de turno, y como máxima autoridad es quien toma las principales decisiones que, en el caso de afectar negativamente la institución, debe ser confrontado con argumentos y respeto, pero sin temor; en caso de represalias por reclamar derechos de los artistas, de los estudiantes o de la comunidad, debe ser motivo de orgullo, quiere decir que vuela.

Las instituciones no son de los políticos; y ni los políticos, ni los mandatarios o concejales son más importantes que las Instituciones. Hay que fortalecer las instituciones para que sean sustentables y sostenibles en el tiempo y no se conviertan en nido de nepotismo o en fortines politiqueros.

Un mandatario que no valore el arte y la cultura como fuerza transformadora de valores sociales y ciudadanos, jamás podrá ser considerado un buen estadista; un mandatario que no reconozca en los cultores valiosos aliados para la gobernanza y para las grandes transformaciones sociales, jamás logrará desarrollar en la sociedad espíritus de convivencia, de respeto por lo ambiental, por la vida animal, por el espacio público, jamás logrará generar habilidades socioemocionales que apunten al desarrollo humano de la persona y su contribución a la sociedad. Como decía García Márquez: “mandatarios que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma”.

Dentro de las 65 recomendaciones que hacen los 43 sabios convocados por el expresidente Duque en 2019 para reflexionar sobre la Colombia del futuro con miras al 2045, advierten que: “la educación artística y cultural debe ser implementada como área fundamental en los lineamientos curriculares e instaurada en el PEI, desde la primera infancia y a través de todos los niveles y modalidades de la formación básica y media”.

Lo primero que plantean los sabios es un acuerdo por el conocimiento, la educación y el arte entre la sociedad; y recomiendan que el gobierno nacional, los gobiernos territoriales, los empresarios y las organizaciones de la sociedad civil, deben fomentar las condiciones para que el desarrollo se oriente hacia un modelo en el que la base del crecimiento sean el capital humano, la investigación científica, la innovación y su aplicación a todos los sectores productivos y esto es imposible de alcanzar sin una buena comunicación; sin un capital humano especializado en crear contenidos que genere conciencia; que transforme corazones para el cambio de actitud individual y colectivo; los artistas con metodología, con material didáctico, con planes específicos y sobre todo bien dirigidos, tratados con dignidad, sin persecuciones, sin humillaciones y sin salarios de hambre, son los llamados a generar las transformaciones sociales que Apartadó necesita para que se convierta en un verdadero polo de progreso y desarrollo. Una transformación social con la cultura como eje vertebrador de desarrollo a través de la creatividad.

La cultura no es solo un espacio de ocio y entretenimiento. Este es el nuevo paradigma, donde la creatividad es un factor de inclusión social y desarrollo comunitario, se genera dinamización comunitaria a través de propuestas artísticas, se desarrollan Intervenciones artísticas con zonas de exclusión social, de abuso individual, de hábitos dañinos, de insana convivencia, etc. Y todo ello lleva a la construcción de nuevas arquitecturas y geografías sociales en las que nacen discursos nuevos y se descubren miradas que dejan de ser invisibles.

Todas las administraciones municipales de Apartadó, incluyendo la actual, han logrado apuntalar al municipio como líder del desarrollo de Urabá con enormes potencialidades para figurar entre los primeros municipios de Antioquia y Colombia; de hecho, el eslogan de la administración actual suena muy impreciso “Apartadó ciudad líder”, las razones saltan a la vista con la construcción de importantes obras de infraestructura para lo cual solo se requiere dinero, ingenieros y quien eche pala. Eso no debe ser todo en la mente de un mandatario. Lo verdaderamente complicado son las transformaciones culturales; las realidades incrustadas en poder de individuos y minorías organizadas con intereses particulares que socaban derechos Constitucionales a la gran mayoría de las personas, y que muchos alcaldes prefieren evadir o ignorar antes que enfrentar y provocar consensos y acuerdos que se cumplan y se respeten. Alguien decía “No tiene mérito tomar decisiones que no afecten a nadie. Lo tiene hacerlo cuando se afecten minorías organizadas y respaldadas en defensa de las mayorías silenciosas”.

Administrar un municipio implica muchos retos que un alcalde no se debe de desentender porque ello disminuiría el progreso, en el sentido de empeorar la existencia humana; por ejemplo: En Apartadó, la violencia entre los jóvenes, que ha causado varios homicidios y mutilados; las basuras en los parques generada por inescrupulosos que no merecen ser llamados ciudadanos; el vandalismo a las máquinas para el ejercicio al aire libre, que parece no tuvieran doliente; el hurto callejero; el alcoholismo; la drogadicción; la contaminación auditiva; el uso de las aceras y las zonas verdes como extensión de negocios organizados o de comerciantes que llevan décadas ocupando los espacios públicos donde han construido ranchos; el centro de Apartadó convertido en el parqueadero más grande de Antioquia; los motociclistas a altas velocidades sin cascos, sin respeto por las cebras en el piso, desafiando los semáforos en rojo. Un Palacio municipal inhumano y frio como una tumba; no existe un cartel de bienvenida a los usuarios de la alcaldía, ni mensajes amables; y lo peor: un alcalde desacoplado de esta responsabilidad, sin capacidad persuasiva, un autócrata malgeniado, experto en incumplir y evadir compromisos detrás de una primera línea que se creen hijos de emperador.

Pues bien; le corresponde al actual alcalde electo Héctor Rangel no caer en el mismo error; hacerse respetar y evitar absorber las indulgencias hipócritas; entregar mayor autonomía a los secretarios; hacer buen uso de su inteligencia y crear una estrategia de comunicación en el palacio municipal, que este se convierta en un ejemplo de civilidad, de urbanidad, de comunicación interna y externa; Rangel debe delegar funciones sin perder la delgada línea del horizonte ciudadano; y sin perder el control sobre otros aspectos, debe realizar campañas promotoras de cambios de comportamiento y generadoras de buenos hábitos; debe recuperar el espacio público de la calle y carrera 100 y del centro del municipio; debe recuperar las zonas verdes de la avenida del Obrero; debe promover el respeto y la sana convivencia humana y ambiental para proteger las cuencas hidrográficas; debe generar una buena cultura ciudadana con el buen manejo de los desechos sólidos; debe liderar tejidos y vínculos empáticos mediante la comunicación interpersonal, la comunicación masiva y la comunicación como comportamiento enfocado en alcanzar la armonización entre la ley, la moral y la cultura, como bien lo aplicó en Bogotá Antanas Mockus que le valió un segundo mandato y el reconocimiento dentro y fuera del país.