El analfabetismo político

COLUMNISTA

Por: Robinson Tavera Villegas.


Hace pocos días leí un artículo en el periódico literario El Gaviero, escrito por Faber Cuervo, quien hace un interesante análisis de lo que él califica como “el analfabetismo político”, mencionando que es casi como una “profesión”, así entre comillas y que se reproduce como hierba mala, gracias al ecosistema social y cultural que nutre con toda clase de entretenimiento las mentes de los más incautos y que seguramente tardarán muchos años o talvez no le alcanzará la vida entera para enterarse que no saben.

Pero ¿Qué es el analfabetismo político y cómo afecta a la Democracia?

Lo primero que se puede decir es que el analfabeto es un tipo de persona que tiene dificultades para comunicarse o informarse con la lectura y escritura; este no es nuestro personaje que bien sea dicho, son muchos los analfabetos que tienen mayor sentido común que los letrados; en este escrito me refiero al analfabeto político, de quien dice Cuervo: abundan en las universidades, en todas las ramas del poder público, en los periodistas, en docentes, en los políticos profesionales, en los deportistas, en los transportadores, en los barrios pobres, medios y ricos, inclusive entre intelectuales prestigiosos; aquellos que justifican el genocidio de niños y mujeres en Gaza, desconociendo el colonialismo y apartheid que ha ejercido cruelmente Israel contra Palestina durante 75 años; el mismo que justifica el desplazamiento y desarraigo de labriegos y el robo de sus tierras para que las mujeres no paren hijos en el campo que se puedan convertir en guerrilleros y entonces por esto también asesinaban a los menores hijos de campesinos.

Los analfabetos políticos, dice el columnista, se reconocen en cualquier parte, solo basta que den una opinión sobre cualquier tema. Los analfabetos políticos no les gusta leer, ni ver, ni escuchar. El analfabeto político es una forma de ser, de estar, de vivir; se vanaglorian, de no leer un solo libro; de no asistir a conferencias; de no saber absolutamente nada de historia y de no dejar hablar al que le pueda dar una luz a la oscuridad de su ignorancia; no pasan de la superficie y transforman los temas en asuntos personales y triviales, y cuando les piden mayor profundidad se vuelven iracundos.

Esos analfabetos políticos, se lee en el periódico literario El Gaviero, sacan pecho diciendo que odian la política, otros menos osados dicen que son apolíticos; no se dan cuenta que de la ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado; no sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, el arroz, el pan y la carne, el precio de los zapatos, el vestido, la educación, la salud, los medicamentos y hasta los licores dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político por su condición de confundido se convierte en el sostén del régimen de violencia y corrupción que impera en el país; pero también es más vulnerable al engaño mediático, a la instrumentalización, a la violencia y a la burla de sus derechos. Un país analfabeto dice Faber Castro, es un condenado al atraso, a la inestabilidad política y a la tiranía; adora al que le miente y engaña y termina odiando al que trata de salvarlo.

Al encontrarse el analfabetismo político y la democracia participativa en el mismo ámbito, nos damos cuenta que el analfabetismo afecta en la manera que restringe la participación; la gente no se preocupa por ayudar a construir territorio en forma transparente; por el contrario, se esmeran por estar a la sombra del que tiene el poder, y su opinión siempre está a favor del opresor y corrupto; en elecciones votan por el que más ruido haga y después dejan todo al azar.

Es por ello que la democracia participativa asume como uno de sus objetivos que el ciudadano no limite su papel dentro del sistema democrático al ejercicio del sufragio, como ocurre en la democracia representativa, sino que asuma un rol protagónico, activo y propositivo dentro de la política, tanto a nivel comunitario, como regional y nacional.

Por todo ello, frente al analfabetismo político, nuestra democracia necesita de una cultura, una educación libre y pública, atenta a las manipulaciones informativas de medios de comunicación; alerta a las falacias politiqueras, odios y crispaciones; el analfabetismo político es un problema y un peligro para la verdadera democracia; y por ello, lo que la democracia necesita es una ciudadanía con capacidad de discernimiento y cuestionamiento, con valor para no dejarse manipular ni comprar, es la única manera de garantizar un mejor país, un país incluyente, dinámico fuerte y respetado.