Por Robinson Tavera Villegas.
La Divina Comedia es un libro Dante Alighieri; nacido en Florencia, Italia en 1265, es decir, 758 años atrás, antes que llegaran los españoles a las playas del Golfo de Urabá a robarse la riqueza del pueblo nativo mediante la fuerza o con la astucia de truquear espejitos por el oro criollo.
En el libro, Dante, que tuvo la fortuna de entrar y recorrer los nueve círculos de infierno, pasar por el purgatorio y llegar al cielo airoso de la mano de su maestro y amigo; el poeta Virgilio, narra las atrocidades, los tormentos permanentes que experimentan los condenados por faltas y abusos a la sociedad cuando en vida tuvieron el poder político. Las penas en cada círculo aumentaban, eran más severas a medida que bajaban en aquellas profundas cavernas infernales de torturas y hemisferios con gritos de piedad.
Tras largas caminatas por entre peñascos y ríos de lodo hirviendo, bajaron al octavo círculo que dejó pasmado al valiente Alighieri, quien preguntó a su maestro,
—Dime por favor señor— ¿Quiénes son esas miserables sombras que se lamentan sin cesar y flotan entre el pantano como carbones encendidos?
——Este lugar, dijo el maestro con voz suave como una gota de agua, es el octavo círculo del infierno, uno de los más tenebrosos del inframundo. Aquí llegan las almas que en vida fueron mentirosos, los malos consejeros, los falsarios, aquellos que se daban golpes de pecho y engañaban a la sociedad a sabiendas y sin escrúpulo alguno, los fraudulentos, los traidores y los soberbios; en vida lograron ocupar el nivel más alto; aquí ocupan el nivel más bajo junto a Lucifer y Mammón el demonio de la avaricia.
Dejo aquí para decir que el 27 de diciembre me dirigí a pie hasta el Centro Comercial Santa María, a la entrada al casco urbano de Apartadó, donde el alcalde Felipe Cañizalez había convocado a la ciudadanía una rendición de cuantas de su periodo administrativo 2020-2023 que ha de terminar a la media noche del 31 de diciembre. Llegué presuroso, tomé el ascensor que me dejó en el tercer piso y allí fui recibido por una dama que me sirvió de guía hasta el auditorio donde el alcalde de camisa blanca arremangada a los codos y micrófono en mano repetía lo mismo que ha venido repitiendo desde hace 6 meses y hasta más; ayudado por el poderoso PowerPoint con fotográficas planas y en dron e imágenes en Render; de esta manera los asistentes que no pasaban de 70 personas vinculadas de algún modo a la administración municipal, pudieron observar en la pantalla las calles pavimentadas, una promesa de Felipe que hace parte del Plan masivo de pavimentación, junto a las placas huellas rurales, los polideportivos, los parques de gimnasio al aire libre; las ciclorrutas; el Bulevar de la avenida Alfonso López; el Coliseo de combates; la nueva sede del Sena; el Plan maestro de cara al río; el parque La Martina; la planta de tratamiento de aguas residuales; el Palacio de la Cultura e imágenes de campesinos felices por el proyecto de $28.000 millones para la producción de cacao, maracuyá y limón Tahití, todo ello con énfasis en voz grave alta de “Una verdadera transformación de Apartadó”.
Estas imágenes y la narrativa ya las había visto y escuchado yo en otros escenarios y
Conforme avanzaba su discurso me di cuenta de que Felipe no había presentado cifras y tampoco las iba a presentar, es decir, no iba a explicar el origen de los $320.000 millones de pesos que ha divulgado con tanto énfasis y al parecer gestionados ante el gobierno nacional y departamental en los cuatro años de su mandato, y la manera de cómo fueron distribuidos en las obras que contrató en forma directa, a través del EDUH, con un gerente que obedecía todas sus órdenes, el señor Yamid Banquets, hijo de un reconocido periodista y mediante licitación pública.
Aunque no le preguntaran, debió aclarar qué obras quedaron terminadas en su mandato y qué obras pasarán al gobierno entrante para su ejecución y terminación; ¿Cuáles obras pasan desfinanciadas al gobierno entrante; ¿Cuáles obras no han iniciado y por qué?
Es decir, el alcalde debió de satisfacer al menos la curiosidad de sus más cercanos colaboradores que estuvieron allí pendientes, pues ellos también como funcionarios pagan impuesto y quieren, como todo ciudadano que se respete, saber con lujo de detalles cómo y en qué lugar quedaron invertidos sus aportes económicos para la tranquilidad moral y la confianza social. No puede ser que el alcalde haya hecho llegar a sus funcionarios hasta el tercer piso del Santa María para decirle verdades a medias, es decir, para decirles mentiras.
Pero lo más asombroso es que Cañizalez fue interrumpido y aplaudido este 27 de diciembre una y otra vez; fue felicitado por un informe a medias, es decir, por un informe engañoso; así y todo, fue el héroe de la jornada de rendición de cuentas, poco faltó para que saliera en hombros; si se tratara de un 28 de diciembre no me hubiera extrañado. Cañizalez no siente vergüenza cuando miente, ni cuando evade o engaña y mucho menos cuando recibe aplausos inmerecidos.
El informe de rendición de cuentas está contemplado en el artículo 270 de la Constitución Nacional; en el Conpes 3654 del 2010; y en el artículo 29 de la ley 1551 de 2012, de obligatorio cumplimiento para los alcaldes; pero Felipe no le conviene detallar el informe de rendición de cuentas, solo le interesa que le llenen la planilla de asistencia para cumplir un requisito legal y punto.
En cuatro años de gobierno, Cañizalez no tuvo oposición, ni control del Honorable Concejo Municipal; ni control de las veedurías ciudadanas; ni de las Juntas administradoras locales y menos de los medios de comunicación que estaban bastante ocupados contando los millones recibidos por contratos publicitarios. Ninguna mentira puede falsear la verdad, y en honor a la verdad, ojalá que no me tilden de persecutor, Felipe no hizo una verdadera rendición de cuentas este 27 de diciembre de 2023; Me explico, si una rendición de cuentas no cumple con los estándares cualitativos y cuantitativos verificables, es una rendición de cuentas falsa y quien la ejecuta es un farsante, un embaucador, un mentiroso que puede ser demandado y ganarse todo el rechazo social, por falta de respeto al pueblo que confió en él y lo eligió guardián de la riqueza municipal.
Seguramente estarán pensando algunos lectores que el señor alcalde sí hizo cosas buenas y otros dirán que “ha sido el mejor alcalde de Apartadó en su historia de vida municipal”. Esa no es mi discusión. Mi enfoque está en que a los funcionarios se les juzga por lo que hicieron bien, por lo que no hicieron y por lo que hicieron mal; y en ese sentido cuando uno recorre el municipio no ve por ninguna parte la construcción del famoso coliseo de combates que tanto ha difundido; tampoco ve trabajadores ni maquinaria en el lote para la construcción del hospital que tanto ha cacareado y firmado el contrato desde el 08 de septiembre de 2023; no se ve por ningún lado la movilidad peatonal segura ni las ciclorrutas seguras; y el bulevar de la carrera 100 es un parqueadero de carros, de motos, de triciclos, de bicicletas, y una extensión de locales comerciales, de vendedores de pescado, de queso, de butifarras y hasta de licor con basura acumulada.
La rendición de cuentas del alcalde Cañizalez fue toda una comedia previamente calculada y diseñada con sus asesores, realizada en un lugar poco popular para evitar alguna voz ruidosa con alguna pregunta que pusiera en aprietos a Felipe; y las intervenciones del público o sea del comité, juiciosamente callados, fue parte del guion cañizalista, tal cual una obra de teatro o de una comedia cargada de serotonina que afortunadamente quedará registrada en esta página virtual para instruir pensamiento crítico y documentar periodísticamente la memoria histórica.