Mes inusual para celebrar el nacimiento del Niño Dios negro

En el corregimiento de Quinamayó, ubicado en el municipio de Jamundí, Valle del Cauca, la Navidad no se celebra en diciembre como en el resto del país, sino en febrero, en una festividad única que se ha convertido en un símbolo de identidad y resistencia para la comunidad afrodescendiente.

Del 14 al 17 de febrero, Quinamayó vivió una de sus tradiciones más significativas: la celebración del nacimiento del Niño Dios negro, una manifestación cultural con más de 130 años de historia. Este evento reúne a familias, músicos, bailarines y portadores de saberes tradicionales en una conmemoración que, más allá de su carácter religioso, representa una herencia viva de los ancestros que llegaron a la región tras recuperar su libertad.

La tradición de celebrar la Navidad en febrero tiene sus raíces en la época colonial, cuando los esclavizados no tenían permitido participar en las festividades decembrinas junto con los demás pobladores. Con la abolición de la esclavitud, las comunidades afrodescendientes del sur del Valle decidieron mantener esta fecha como un acto de resistencia cultural, estableciendo una celebración propia en la que se exaltan sus costumbres, creencias y valores.

El evento contó con la participación de diversas autoridades culturales y líderes comunitarios. Vicenta Moreno, directora de Fomento Regional, resaltó la importancia de preservar esta tradición: “Estamos acompañando desde el Plan de Salvaguarda porque me parece muy importante que los niños y las niñas conozcan la tradición y continúen con este legado”. En este sentido, el Ministerio de las Culturas avanza en la ruta para la declaratoria de esta manifestación como patrimonio cultural de la nación, con el fin de garantizar su protección y difusión.

Durante los cuatro días de celebración, las calles de Quinamayó se llenaron de música, danzas, rezos y cantos tradicionales. La festividad incluyó procesiones con imágenes religiosas, la preparación de platos típicos, como el sancocho de gallina y la natilla, y la presentación de grupos folclóricos que evocaron las raíces africanas a través de tambores y ritmos tradicionales.

Para los habitantes de Quinamayó, esta festividad no solo es una ocasión para el encuentro familiar, sino una forma de reafirmar su identidad y honrar la memoria de sus ancestros. La comunidad ha hecho de la Navidad en febrero un espacio de resistencia y orgullo, transmitiendo sus saberes de generación en generación y fortaleciendo su sentido de pertenencia.

Con el respaldo de entidades culturales y el reconocimiento de su valor patrimonial, la Navidad en Quinamayó sigue consolidándose como una de las expresiones más representativas del patrimonio afrocolombiano, demostrando que la cultura y la historia de una comunidad pueden trascender el tiempo y las imposiciones externas para convertirse en un legado de incalculable valor.