Exposición Casa de la Vigilia, tributo a los 100 años del natalicio de Manuel Mejía Vallejo (1923-1998)

Está inspirada en los diferentes géneros literarios que exploró el autor: novela, cuento y poesía, en este sentido, hay referencias a La casa de las dos palmas, La noche de la Vigilia, Memorias del olvido, Otras historias de Balandú, Aire de tango y El viento lo dijo: décimas.

La exposición está hecha en una estructura de madera que recrea un corredor largo, típico de una casa colonial que tiene cuatro momentos de la vida del autor que se identifican con los colores azul, verde, rosa y naranja. Cada momento tiene un libro escrito por Carlos Agudelo Montoya que relata que pasó en cada etapa de su vida y está acompañado de ilustraciones de María Fernanda Calderón, así como de fragmentos de su obra, retratos de Mejía Vallejo en sepia y sus libros más emblemáticos.

María Fernanda Calderón, diseñadora de la Casa de la Vigilia, dice que esta muestra representa el recuerdo, la memoria y la nostalgia. Es una estructura de madera con paredes hechas con telas tul de colores, bordadas a mano con ilustraciones de objetos como lámparas, plantas, campanas, ventanas, cerámicas indígenas, percheros, sillas antiguas y cuadros. “Es una casa casi fantasmagórica, con una experiencia inmersiva donde cada persona se conecta con sus propios recuerdos”.

El escritor Carlos Agudelo Montoya, guionista de la Casa de la Vigilia, explica que es una invitación para conocer por primera vez o recordar la obra de Mejía Vallejo, que busca trasmitir al visitante la figura de la casa, tan recurrente en sus libros en los que referencia a Balandú y a la familia Herreros.

“La exposición invita a un viaje onírico por las casas tradicionales del Suroeste, a partir de cada paso que se va haciendo dentro de la casa, se recorre la vida y obra de Mejía Vallejo. Esta muestra además resalta por qué el autor es tan importante para los colombianos, los antioqueños y para todos los que amamos la literatura”, afirma.

Casa de la Vigilia les da vida a las casas coloniales del Suroeste: Jericó donde Mejía Vallejo nació y Jardín donde pasó su infancia; así como a Balandú, su aldea imaginaria y una de sus creaciones más emblemáticas. Así como García Márquez tuvo su Macondo y Juan Rulfo su Comala, Mejía Vallejo tuvo en Balandú ese lugar idílico, precioso, entre montañas, donde sus personajes vivieron grandes historias.

María Rosa Machado, jefe de Cultura de Comfenalco Antioquia, afirma que “es una evocación a todo el recorrido literario de Mejía Vallejo, que le dio no solo a esta región sino también al país y al mundo. Fue un escritor que narró a Antioquia, Medellín, Guayaquil y las conversaciones alrededor del tango que se vivieron, sobre todo en las dos últimas décadas del siglo XX”.

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